sábado, 25 de marzo de 2023

Una piedra en el camino. 3/3

 

  El uso de sustancias animales contituyó, según Kraus, una innovación original de la alquimia yabirista. 

  C'est clans la théorie de l'élixir que consiste la vraie originalité de l'alchimie jabirienne. Contrairement aux alchimistes grecs  ainsi qu'à la plupart des alchimistes arabes, Jabir prétend que l'élixir peut-être produit non seulement à partir de substances minérales, mais encore à partir de substances végétales et animales. Et il donne la préférence aux élixirs produits à partir des substances animales, celles-ci possédant un degré d'organisation beaucoup plus élevé que les substances minérales et végétales.

   La identificación de la piedra no piedra con ellas se impuso en la alquimia árabe. En el Liber de septuaginta, uno de los textos árabes más antiguos y el más antiguo llegado al latín, es en cierta medida una colección de prácticas anteriores, que el autor simplemente recopiló sin cuestionamientos, las piedras animales que ya destacaban eran sangre, huevos y cabellos. Los partidarios de la sangre la consideraban la "piedra buscada, cuya preparación era la obra mayor"( «Ipsi dicunt quod eorum lapis est qui queritur et quod capitulum eorum est capitulum maius». Lib. 12, iudicii).  Los que practicaban con cabellos fueron más rotundos: «Dixerunt quidam quod capilli sunt lapis famosus. Et hoc est quod omnia que dixerunt in eo, inuenitur in capillis, et verum dixerunt in hoc. Sed cum non est lapis, sed lapis proprietates sunt similes proprietatibus istorum» (Lib. 13, applicationis).

  El Anima in alchimia atribuido a Avicenna, se movía con parámetros teóricos y prácticos similares a la obra yabirista. El Secretum secretorum aristotelista, que suponemos anterior, había propugnado una piedra animal, vegetal y mineral identificada con los huevos: el Anima identificó vada una de esas cualidades con las anteriores piedras: animal la sangre, natural (mineral) los huevos, vegetal los cabellos. Con todo la piedra no piedra, en el De anima era únicamente los cabellos, identificación que atribuyó a Geber. Para autorizar los huevos y la sangre recurrió a Aristóteles y Maurienus:

 

  (Dict. 1, cap. 5)  Sicut Geber dicit: Petra quae non es petra, quae invenitur in fimis, illa est petra philosophorum: et vult dicere propter capillos.

  Sicut dixit Aristoteles, duo lapides inventi sunt super fimos; unus reddit odorem bonum, alius malum; unus est ponderosus, alius levis et subtilis in oculis pauperum: si cognoscerent, servarent. Illi sunt lapides philosophorum: si quis agnosceret numquam indigeret. Hoc est dicere propter capillos et ova.

  Et Maurienus dixit: Noster lapis pretiosior aliis lapidibus et in omni loco invenies absconditum ubi prudenter inquisieris. Hoc est dicere propter sanguinem. Et quando dicit in omni loco est, hoc dixit quia est in corpore hominis.

 

  En latín, paralela a esta tradición sangre-cabellos-huevos, se difundió otra con el misterioso nombre de adebesi-rebis, cuya fuente árabe, quizás tardía y restringida, parece haberse perdido. Aunque ocasionalmente el adebesi sería la identificado con los cabellos, generalmente fue considerado un animal completo: la tortuga normalmente, aunque también el escorpión en la versión transmitida por la Semita recta.

   En Europa, con el abandono generalizado de las sustancias orgánicas, la identificación de la bendita piedra tomó otros rumbos, en general a partir de hipótesis que aunaban la especulación sobre su naturaleza mineral con la manera de fabricar la piedra filosofal.

  De entre la variedad de propuestas fue destacando, poco a poco hasta imponerse, la que dejó de considerar la piedra como una sustancia natural y la interpretó como un compuesto elaborado, el cual por simple cocción en vaso cerrado devendría elixir. Hubo algunas obras que expusieron esta elaboración, unas en claro, otras en oscuro, unas más detalladas, otras más difusas. Pero desde 1550 surgió la idea de que esta elaboración había sido ocultada y que para enmascarar la simple cocción, los autores habían descrito multitud de operaciones, vasos y hornos, todos ellos sofísticos. En esta primera obra pretendidamente ocultada, se elaboraba una sustancia que se dio en llamar primero agua mercurial, luego en las postrimerias disolvente alchaest. En una de sus variantes que lo diferenciaban del antiguo mercurio sublimado, este disolvente se elaboraba con el mercurio universal, equiparado al espíritu del mundo, que pululaba por el aire, cuyo padre era el sol y su madre la luna.

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  Nuestro propósito, en sucesivas aportaciones es hacer un seguimiento histórico de las difentes maneras de ser presentado el proceso que va de la piedra no piedra a la piedra filosofal, desde poco antes de 1300.  Durante el siglo XVII, época de publicaciones masivas, las obras útiles para este próposito fueron muy pocas: la mayoría fueron especulaciones, más o menos puntuales referidas a aspectos del proceso tal como lo entendieron sus autores, más o menos ajenas al proceso, pero sin propuestas prácticas. Este es un aspecto en el que no tenemos previsto entrar.

  El interés por la alquimia continuó y se fue apagando durante la primera mitad del siglo XVIII. Desde 1550, paralela a la alquimia se había ido desarrollando la química farmacéutica, que cobraba fuerzas mientras la alquimia se debilitaba, en las obra atribuida a Basilius, en las monumentales de Libavius, Mylius, Crollius, König, y se exponía en manuales como los de Glaser y Lemery, cuyas ediciones se sucedían a final del siglo XVII, cuando ya de alquimia apenas se publicaba nada.    

  Desde mediados del siglo XVIII ya no fue posible argumentar la transmutación y las pocas obras nuevas que fueron apareciendo se refugiaron en ideas ocultistas incipientes, que eclosionaron diversamente desde mediados del siglo XIX. El vigoroso ocultismo francés de finales de ese siglo se propuso revindicar la veracidad de saberes antiguos, unos reales abandonados por ineficientes, otros inventados. La alquimia fue una de las ciencias ocultas retomada con publicaciones por Papus y su entorno, en el que sobresalió Poisson. Hubo también otros grupos menos organizados y menos conocidos, como el que dio a la luz la obra de Fulcanelli.

  Por la misma época, coincidendo con el desarrollo de la química científica, la alquimia despertó un renovado interés histórico, algunos de cuyos autores eran químicos: en Alemania Kopp, en Francia Hoeffer y de manera especial Berthélot. Mientras tanto en Inglaterra Waite publicaba traducciones de numerosas obras, entre ella el Musaeum hermeticum y las obras alquímicas atribuidas a Paracelsus.

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  Este proyecto que hemos titulado Audiant secreti pretende seguir uno de los trayectos que conducen de la piedra no piedra a la piedra fisolofal, usando como hilo nuestra comprensión del proceso de Fulcanelli, especialmente el primer paso o elaboración del disolvente. Por esta razón vamos a presentarla ahora de forma breve, directa, sin argumentar:

  El disolvente o primer mercurio de Fulcanelli es el espíritu universal corporificado, pero aún sin especificar.  Este disolvente universal es el último imaginado, hasta donde sabemos, de una serie breve pero con multitud de pequeñas variantes, con capacidad de aislar un ente diversamente pensado, cuyo estado metálico natural más perfecto es el oro, al cual, la línea alquímica que seguiremos pretende que se puede ultraperfeccionar en la piedra filosofal.

  Corporificar un espíritu significa solidificarlo a fin de poderlo manipular. Los fracasos y diferentes maneras de pensar la teoría mineral llevaron a los antiguos a idear sucesivas pretendidamente efectivas de solidificar el mercurio mineral, maneras que, a nivel simbólicos, pueden servir para la corporificación del espíritu universal. Por ejemplo, el Flamel de las figuras optó por por Saturno.


  En esta operación el mercurio es fijado por un metal de las partes de Saturno, es decir, un mineral de plomo o antimonio. El uso de Saturno tiene argumentos simbólicos a favor: visto desde la mitología y a diferencia de la teoría alquímica,  el padre de los dioses metálicos no era Mercurio, sino Saturno, y era este quien realizó lo que se esperaba del disolvente: devorar sus hijos.

  Para su disolvente, Fulcanelli eligió la galena, a la que supuso de cualidades atractivas del espíritu (por lo que la llamó magnesia). Tal como la presentó, su operación era en todo similar a la del régulo estrellado de Filaleta, es decir, interpretamos que intervenían la galena, el hierro, dos sales, debía realizarse en primavera, luna en cuarto creciente, en noche estrellada sin viento, para que el producto presentara el signo de la corporificación del espíritu en la materia: la estrella.

   Con este mercurio disolvente Fulcanelli disolvía el oro (no literal; quizás el hierro) para extraerle y vivificarle su azufre. Este azufre unido a un segundo mercurio, siempre con las sales, forma el compuesto que sometido a cocción aumenta la energía espiritual, peso y fijeza del azufre. Reiterando tres veces obtenía la piedra filosofal final.

   La operación de la disolución del oro (real o simbólico) y su cocción, inmediata o diferida, las variedades de disolventes hasta llegar al universal, los posibles precedentes del mercurio segundo, conformarán el hilo que nos hará deternos en unos textos concretos. Fuera quedarán muchos otros procesos, pero de menos audiencia, algunos de obras muy prestigiosas a nivel de citas, tales como la Turba y Morienus. 


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